Cuando los niños aprenden destrezas con los dedos, como es el caso cuando aprenden a tejer, se llevan a cabo determinados procesos entre el cerebro del niño y sus manos, pero también entre los movimientos de las manos y el cerebro.
Centrémonos en la relación entre el prosencéfalo y las manos.
La intención del movimiento se forma en la parte delantera del cerebro, en las llamadas área premotora y área motriz suplementaria.
Se ha constatado que esta área recibe un flujo sanguíneo mayor en el momento de la concepción de un movimiento determinado. Se trata de la expresión fisiológica de esa actividad. Cuando el niño ha tomado la decisión de la ejecución de su propósito, ese concepto, a través de determinadas vías, conecta con la acción de las manos y los dedos.
En la década de los años cuarenta del siglo veinte, el neurocirujano canadiense Wilder Penfield descubrió que existe una relación entre la musculatura del movimiento de todo el cuerpo y la circunvolución cerebral que se encuentra frente al llamado surco central. Los diferentes tramos zona están conectados a través de nervios con determinados músculos o grupos musculares. Es especialmente impactante el gran tamaño que ocupan las áreas de las manos y de los dedos.
Cuando el niño pasa de la decisión a la activación de las manos y de los dedos, el impulso del movimiento avanza desde la región motriz suplementaria, atravesando el área de las manos y los dedos de la espira cerebral precentral por el tracto corticospinal, al sector de la médula espinal y desde allí, a través de otra vía nerviosa, a los músculos de la mano y de los dedos. Allí se enciende el impulso, a través del cual el niño mueve su mano y sus dedos. Por esta vía, desde la cabeza del niño, los pensamientos y las intenciones penetran en la organización volitiva de las manos y los dedos.
El tacto y el movimiento de las manos influencian el cerebro. El tacto y el sentido propio perceptivo (percepción del movimiento propio) juegan un rol decisivo en la ejecución del movimiento, sobre todo, en el caso de la motricidad fina. En este caso, el desarrollo es especialmente importante en aquellos músculos de la mano con los que podemos flexionar los dedos tenemos una llamativa cantidad de husos musculares (los órganos del sentido del movimiento).
La percepción del tacto y del movimiento causan efectos en el cerebro, primero en aquella espira ubicada detrás del surco central (campo postcentral, Gyrus poscentralis).
También allí existe una relación ordenada hacia las diferentes regiones del sentido del tacto y del movimiento de todo el cuerpo, y áreas grandes, susceptibles de una gran sensibilidad, como aquellas de la mano y de los dedos.
En las últimas décadas se ha descubierto que la influencia de la mano y de los dedos sobre el cerebro es sumamente dinámica. En un experimento con un mono, se indujo al animal a activar una hora diaria durante varias semanas dos dedos de una mano. Al cabo de un tiempo, las áreas de estos dos dedos en el área poscentral eran claramente más grandes que al comienzo del experimento (Merzenich, 1987).
Respecto de los humanos, se ha descubierto que la zona de las manos tienen un tamaño diferente en el caso de los violinistas. Incluso el área de la mano derecha, por su gran capacidad de movimientos precisos, muestra una clara diferencia de tamaño con respecto a la mano izquierda, más pequeña.
Los movimientos de mayor complejidad con una duración de sólo 30 minutos conducen a un «aumento del tamaño de las áreas actividades en las correspondientes regiones de las manos» que, ciertamente, se retrotrae nuevamente al cabo de una semana (Altenmüller, 1999, pág. 102).
Entonces, se ha de suponer que con el ganchillo, el tejido y otras habilidades de motricidad fina de las clases de manualidades, así como a través de los juegos de dedos (Rimas con Movimiento) aumentarán las áreas de la mano y los dedos en el cerebro de los niños. No obstante, esto indica, además, que con ello también la inteligencia de las manos y de los dedos ejercerá influencia sobre el cerebro como órgano del pensante. Acrecentamos la habilidad de nuestras manos y dedos únicamente cuando en la práctica el movimiento se torna más sensible y activo. Esto conduce a la ampliación de las áreas en el campo poscentral.
Desde hace poco, los diferentes investigadores le adjudican una nueva función a las manos. El neurólogo estadounidense Frank R. Wilson sostiene que el desarrollo de la mano humana ha sido decisivo en la evolución del desarrollo del cerebro y de las funciones espirituales de la humanidad (Wilson, 2000).
El conocido neurofisiólogo finlandés Matti Bergström señala que el uso pleno y con sentido de los dedos cobra gran importancia para el desarrollo de la comprensión cognitiva y espiritual. Cuando a los niños no se los incentiva a ejercitar sus dedos y la capacidad creativa de los músculos de sus manos, se desaprovecha el desarrollo de su comprensión con respecto a la relación entre las cosas y su sentido; se impide el despliegue de sus fuerzas estéticas y creativas.
En la misma dirección apunta la siguiente acotación de Howard Gardner (1994, pág. 193): «En los últimos años, los psicólogos han descubierto y remarcado una relación estrecha entre el empleo del cuerpo y el desarrollo de las fuerzas cognitivas. Según el psicólogo inglés Frederic Barlett, el pensar se basa sobre los mismos principios que habilidades físicas, vale decir, que la inteligencia práctica».
Cobran una gran actualidad las acotaciones de Rudolf Steiner de la década de los años veinte del siglo último acerca de la destreza de las manos y de las manos.
En una de sus conferencias, decía: «Muchos ignoran el sano pensar, la sana lógica que podemos tener al saber tejer» (Steiner, G A 306, pág. 142). En otra de sus charlas, también con respecto a las clases de manualidades, mencionaba: «Nuestro intelecto no se forma por el hecho de que entrenemos directamente los aspectos intelectuales. Es importante saber que alguien que sin destreza, alguien que mueve con torpeza sus dedos tiene intelecto poco hábil, ideas y pensamientos poco flexibles, mientras que aquel que tiene la capacidad de poder mover sus dedos con agilidad posee ideas y pensamientos flexibles y puede comprender el sentido y el significado de las cosas.» (Steiner, G A 301, pág. 80).
La actividad del sentido del movimiento, posee una fuerte influencia sobre el campo poscentral del cerebro. Al tejer o hacer juegos de dedos está presente la inteligencia.
Evidentemente, es un factor decisivo en el caso del aumento del área correspondiente en el campo poscentral. La inteligencia de las manos y de los dedos se refleja en el cerebro ampliando sus respectivas áreas. Y a su vez estas áreas están relacionadas con otras regiones del cerebro, sobre todo, con determinadas regiones del lóbulo parietal, del lóbulo temporal, pero también del cerebro frontal. Son el sustrato físico-psicológico con respecto a muy diversos procesos conceptuales y del pensar.
Extracto de un artículo del Dr. Ernst Michael Kranich, traducido del alemán por Tamara Chubarovsky