Hace unos días publiqué un podcast sobre la adolescencia (lo puedes escuchar aquí).
Como respuesta me llegó el mail de una alumna de mis cursos presenciales, Itxaso Madinabeitia. Itxaso está siendo ahora profesora en educación secundaria, y me explicó una experiencia que ha tenido con su grupo de alumnos, en la que ellos solos realizaron el camino que del que yo hablaba en el podcast.
Me pareció una experiencia extremadamente valiosa. Por eso la comparto aquí más desarrollada, con el deseo de que te inspire.
Educar desde la inspiración: adolescencia
Estos días, he tenido varias coincidencias en el plano profesional, o no… quien sabe. Escuchando una conferencia de Francesco Tonucci, los sentidos se me agudizaron cuando planteaba proponer a los adolescentes que realizaran un diario, para así, poder dar espacio a su intimidad y facilitarles expresar sus sentimientos, entre otras cosas. Justamente lo que venía haciendo yo con mis alumnos y alumnas de secundaria desde que se produjo esta crisis sanitaria. Y del que he recogido ya testimonios muy aclaradores.
Pero la casualidad se volvió a dar hace unos días cuando escuché un podcast de Tamara Chubarovsky sobre la adolescencia. El audio, como todo lo que nos cuenta Tamara es preciso e interesante, y entre otras cosas nos habla sobre la poda neuronal y el proceso de la madurez emocional. Dando como ejemplo lo que ocurre con los adolescentes que de estar conectados a un ídolo, p. ej. futbolista , pasan a valorar un trabajo más amplio como puede ser la sanidad.
Este es el ejemplo de un proceso que he tenido la suerte de ver y sentir con el alumnado de unas de las clases de 1° de la ESO, de la mano de un proyecto que ellos mismos originaron.
Los proyectos surgen desde la asamblea y la mirada sin juicio
Normalmente imparto mis clases en círculo, realizando asambleas, sin barreras ni juicios de ningún tipo. Comenzamos a hablar y tras el diálogo siempre surge alguna motivación o inquietud que nos lleva a un nuevo proyecto.
Así fue como en una de las asambleas al preguntarles de qué querían hablar o realizar el siguiente proyecto, alguno de ellos, en su mayoría chicos, expresaron su deseo de querer trabajar sobre el fútbol. Estuvieron un tiempo hablando sobre futbolistas concretos, idolatrándolos y afirmando que era lo único que les parecía interesante.
Les pregunté cómo querían enfocar el proyecto, que más querían saber sobre ello, y por qué les parecía tan importante. Sus argumentos eran repetitivos y bastante rígidos. La verdad es que no veía mucho futuro en la propuesta, y mi mente empezó a buscar diferentes opciones para poder trabajar el tema elegido como pretexto de las competencias de mi asignatura, valores éticos. Fueron unos minutos de respirar, intentar ver el camino, buscar la inspiración que no veía en el grupo. Si no son ellos los que encuentran la manera, suelo ayudarles yo, pero en este caso no fue necesario.
Y es que muchas veces no damos espacio a que los alumnos tiren de la cuerda, bien porque seas una profesora muy creativa y te adelantes a proponer en lugar de esperar a que lo hagan los alumnos o bien porque necesites apoyarte en la estructura de un temario.
Cuando surge la inspiración y le damos rienda suelta
Pero, una vez más, tras la pausa, la confianza y la ilusión de querer continuar surgió la maravillosa inspiración en una de las alumnas, quien abría la puerta al proyecto con la siguiente afirmación: «a mí lo que me parece mal, es que los futbolistas ganen más dinero que los médicos».
Con eso, se abría la veda, comenzaron a comunicarse respetando los turnos pero a la vez muy motivados. Tanto fue así, que este debate se alargó dos semanas, reflexiones que también invadieron sus hogares, comentando después los debates y argumentos de sus familiares.
Con esta motivación les propuse realizar un debate sobre otras profesiones, y enfocar así el tema en la importancia de cada profesión para la sociedad. Para ello, elaboramos una lista basándonos en las profesiones de padres y madres de cada alumno, de este modo cada cual tendría su espacio personal, podríamos conocernos mejor y daríamos valor a esas profesiones.
Esto permitió que el alumnado hablase más con sus padres y madres, preguntándoles si el trabajo era de su agrado, si querrían tener otro… conversaciones que aunque ahora de adultos nos parezcan simples tienen mucho trasfondo emocional, son necesarios y a su vez, no se realizan. Además esto dio lugar a que los adolescentes hablasen de situaciones muy personales que unieron al grupo.
Entre ellos surgió un autocuidado y respeto que sólo cuando estás ahí lo percibes y así resuena en tu cuerpo.
Comenzamos a trabajar competencias y a crear realidades
Una vez realizada la lista, los debates inicialmente se realizaron en pequeños grupos y más tarde lo socializaron en el grupo grande. Los argumentos y debates que surgieron para completar la lista fueron muy enriquecedores.
Y a pesar de la diversidad de propuestas, no tardaron en estar todos de acuerdo con el primer puesto. Todos y todas coincidían en que la profesión más importante era la de matrona, argumentando que es la persona que nos da la vida y para ellos y ellas eso es lo más importante.
Como podéis imaginar me quedé sorprendida ante la facilidad de consenso, y la conclusión a la que habían llegado, manteniéndome en la escucha, sin intervenir con la palabra, dejando espacio al grupo y observando como, ellos y ellas, mirándose a la cara, escuchándose y tomándose tiempo para sentir y reflexionar llegaron a esta conclusión y de pensar únicamente en la imagen del futbolista pasaron a tener claro que lo más importante es la vida.
Argumentaban apasionadamente que sin ellas nadie del grupo estaría vivo, dándose cuenta mientras hablaban que era la primera persona que nos acogía, ayudaba y calmaba a nuestras madres en ese momento. Yo me mantenía como espectadora de un gran acontecimiento, observando los gestos, movimientos y miradas de cada alumno. El brillo de sus miradas transmitía el entusiasmo de haber descubierto algo nuevo. Como si advirtiesen que dentro de ellos y ellas algo había cambiado, como si sintieran una reconstrucción interna y por tanto una evolución camino a la madurez.
Las preguntas se enfocaron a la adolescente cuya madre era matrona. Ella contaba orgullosa que su madre solía estar cuidando de los bebés prematuros y todos alabaron su labor mientras ella sonreía orgullosa.
Seguido de esta profesión quisieron poner en segundo lugar la profesión ejercida por la de coordinadora de enfermeras. Fue curioso que en ningún momento ellos ni ellas valorasen más el trabajo de sus padres o madres por su lazo afectivo. En el caso de la hija de la coordinadora de enfermeras, ella misma decía que no era más importante su labor que la de las enfermeras o médicos, pero sus compañeros y compañeras le recalcaron que su madre tenía que coordinar, ayudar emocionalmente y guiar a un equipo que haría gracias a ella una labor muy importante.
La valoración se desplazó por tanto hacia las profesiones de cuidado, que generalmente son ejercidas por mujeres. Fueron ellos y ellas quienes lo visibilizaron, construyeron su propia transformación, y creo que lo recordarán, porque partió de su motivación, algo que surgió del interior de ellos, del grupo, sin que ningún agente externo o más adulto iniciase la propuesta o enfocase un objetivo particular.
También valoraron las profesiones en el ámbito de la educación, medicina, traducción para juicios, trabajo social y agricultura. Explicaron que es muy importante la labor de los traductores para que todas las personas tengan el derecho a defenderse en un juicio. Todas estas conversaciones espontáneas y fluidas nos permitieron hablar de temas como: qué nos aporta una profesión, la importancia del reconocimiento y el placer de un trabajo frente a la aportación económica que te da o el análisis de nuestra sociedad actual. Les facilité datos actuales de las profesiones según el sueldo, reconocimiento social y género. Nada que ver con la lista que ellos habían realizado.
Les pregunté qué les sugerían estos datos, que pensaban acerca de ello y comenzaron a hablar entonces del capitalismo, desigualdades económicas y sociales entre países, obsolescencia programada, esclavitud infantil y consumismo entre otras cosas. En este punto recogí lo que sabían y lo que querían saber y les facilité información sobre estos temas mediante artículos y fragmentos de documentales que vimos y comentamos entre todos y todas.
Nuevos proyectos, siguiendo el movimiento del grupo
Y fue al finalizar uno de estos documentales, cuando vi que una de las alumnas abría un blog lleno de diseños de ropa. Le pregunté y me dijo que esa era su pasión. Y fue de esta manera como otra vez se abría una nueva ventana hacia un nuevo proyecto que sería la sucesión del anterior y partiría de sus intereses. Ella me dijo que pintaba, otras alumnas me contaron que ellas cosían y otras realizaban pendientes y pulseras. Fue entonces cuando comenzamos a hablar de la moda, la relación que tiene con la imagen ideal, marcas, estereotipos, autoestima y sobre todo con los temas anteriormente trabajados como consumismo o explotación infantil.
Hablaron de sus experiencias, inquietudes y diversas realidades y pensamientos sobre esto. Y es que es la única manera de hacerlo, tienen que conectar con ello, vivirlo, experimentarlo desde sus propios cuerpos para poder opinar y crear e integrar nuevos patrones. Fueron conscientes de ciertas realidades y les ayude a ver que podían ser agentes de cambio, buscando soluciones y equilibrio entre situaciones reales que no les gustaban y opciones creativas y sostenibles. Les facilite proyectos cercanos de consumo sostenible, nos comunicamos con diferentes agentes y asociaciones y comenzaron a crear algo nuevo. La pauta era realizar un proyecto sostenible y real, ya fuese una idea o una creación física. El resultado fue increíble, pero eso da para otro artículo.
La importancia de escucharles, darles presencia y ser nosotros sus puentes hacia el cambio
Para finalizar quiero resaltar que no son las actividades que se realizan lo verdaderamente importante, ya que el tema de las profesiones es habitual en educación. El cambio viene cuando es el alumnado quien elige el tema y los y las profesoras quienes lo aceptamos, sin pensar en si da cabida a las competencias que queremos trabajar o no. Ya que todo aquello que surja de forma genuina del alumno será un trabajo auténtico, donde se ha trabajado la libertad de expresión, el análisis, la capacidad de introspección, la escucha al otro… etc.
Es necesaria la capacidad para sostener, y disfrutar la incertidumbre en el proceso, poniendo la confianza en los alumnos y alumnas, y así facilitar que puedan agarrar y ocupar un espacio con confianza. Porque a mi entender es nuestra labor relacionar con creatividad lo que el alumnado nos propone y lo que los docentes queremos que ellos aprendan. Ya que cualquier tema nos puede ayudar a desarrollar prácticamente cualquier competencia.
Cuando ellos sienten que sus inquietudes son escuchadas, que les hablamos desde su realidad, sin juzgarles y que pueden dialogar entre ellos sin máscaras, entonces se produce la madurez emocional y la construcción de una nueva etapa, y ese reconocimiento y la fabricación de esa autoridad propia tan buscada y ansiada en esta etapa de la adolescencia.
Entonces educamos desde la inspiración en el momento presente, y para un desarrollo real, genuino y auténtico de nuestros alumnos y alumnas.
“Cuando un niño puede relacionar lo que aprende con sus propias experiencias, su interés vital se despierta, su memoria se activa, y lo aprendido se vuelve suyo.”
Rudolf Steiner
Autora: Itxaso Madinabeitia, psicóloga y educadora