Hablar diversas lenguas nos da la posibilidad de tener una imagen más completa del ser humano. Nuestro pensamiento y también gran parte de nuestra estructura anímica está fuertemente influenciada por la lengua que hablamos. El lenguaje con su gramática específica y el habla en sí misma, con sus característicos fonemas, nos modela el cerebro estructurando nuestros pensamientos. También la sonoridad y combinaciones sonoras propias de cada lengua emiten una vibración particular que ejercerá una acción en un chacra u otro. Por ejemplo la sonoridad de algunas lenguas, como el castellano, ayuda especialmente a abrir el corazón, mientras que la lengua alemana produce más un efecto sobre la voluntad y la estructura del pensar.
Por eso, cuando nos preguntamos sobre la importancia de que los niños aprendan otra lengua, debemos no sólo pensar a efectos prácticos, aunque evidentemente estos también son importantes. Sin embargo aquí quisiera exponer también otros aspectos destacados por Rudolf Steiner.
Herbert Hahn (discípulo de Steiner), en su libro “Desde las fuentes del alma” dice: Si juntáramos todas las lenguas de Europa podríamos adquirir importante información sobre la naturaleza humana. Cada una de estas lenguas revela al ser humano desde un punto de vista diferente. Una lengua es rica en un aspecto y otra en otro. Esto nos lleva a pensar que aprender otra de estas lenguas nos complementaría, ya que la combinación de todas ellas juntas nos da la imagen completa del ser humano. “.
Rudolf Steiner dio gran importancia a la enseñanza de lenguas extranjeras sobre todo en el período de las tres primeras clases de primaria (de los 6 a los 9 años). Desaconsejó introducir una segunda lengua hasta que no estuviera afianzada la lengua materna, sin embargo en el currículum original de primaria, introdujo clases de hasta dos y hasta tres lenguas extranjeras, de tres horas semanales cada una. Hoy día lo habitual es mantenerse en dos lenguas extranjeras, con entre dos y tres horas lectivas semanales cada una. Respecto a la elección de dichas lenguas sugirió observar qué aporte a nivel estructural del ser ofrecía la lengua extranjera, según la lengua local, intentando que haya variedad de familias lingüísticas. Así es que en Alemania ha sido habitual añadir, además del inglés, el ruso, como lengua eslava y/o el francés o castellano, como lengua romance. Hoy día cierto es que también predomina el aspecto práctico comunicativo y en todas las escuelas Waldorf se enseña inglés. Sin embargo a la hora de elegir la segunda lengua, sí sería interesante pensar en el aporte de dicha lengua a nuestros alumnos, desde el punto de vista del desarrollo humano.
En mi infancia en Argentina, nos enseñaban además del inglés, alemán. Muchos padres se quejaban de los pocos avances que mostrábamos. Aprendemos a relajarnos más como padres si sabemos los beneficios de la toma de contacto con otras lenguas, más allá de que los niños salgan de la escuela hablándola perfectamente. El febrero pasado fui como ponente a California, al I Encuentro de maestros de castellano de escuelas Waldorf de USA. Eso me llevó a reflexionar sobre los beneficios que tiene aprender castellano para un niño cuya lengua materna es el inglés americano o el alemán.
El castellano tiene una fuerte resonancia de corazón, dada por la claridad de su sistema vocálico con abundantes /a/ y /o/. Y la gran cantidad de /r/, otro sonido movilizador del chacra corazón. Basta comprobar esto poniéndose la mano en el pecho y diciendo estos sonidos en un tono medio. El inglés, sobre todo el americano, tiene gran resonancia nasal, poca claridad de las vocales y la R no suena como tal. Su manera de hablar, en sí misma, nos eleva, alejándonos del corazón, del sentir y por tanto de la empatía. Podríamos llegar a decir que para niños de esta cultura, el hablar castellano les abre a otras percepciones, y ante todo, les ayuda a abrir el corazón, algo urgente en estos tiempos. Por otro lado, si estos niños aprendieran además alemán, éste les daría un aporte en cuanto a la estructuración del pensar y la voluntad, como ocurre cuando nosotros, latinos, aprendemos esta lengua. Su exceso de consonantes casi impronunciables requiere de real energía física, y sus complejas frases con el verbo al final, de gran concentración. En el castellano por ejemplo, las palabras tienden a unirse y por esto y su gran contenido vocálico es un lenguaje melódico, musical y rítmico, que aporta un aspecto social de apertura al otro. En el alemán en cambio, cada palabra suena separada y esto, sumando a su mayor número de I, fortifica la individualidad. Ninguna lengua es mejor o peor que otra, simplemente activa otra área de nosotros. Rudolf Steiner explica cómo la influencia de las lenguas en los 7 primeros años es sobre todo a nivel fisiológico, cómo nuestra lengua materna literalmente nos ayuda en la construcción de nuestro cerebro y demás órganos. Luego pasa a tener una influencia mayor en las funciones anímicas del pensar, el sentir y la voluntad. También como adultos el aprender otra lengua significa una gimnasia mental y emocional. Nos ayuda a salirnos un poco de nuestras rígidas estructuras y hábitos adquiridos, nos vivifica y rejuvenece, nos ayuda a ponernos en la piel de otra cultura, a sentir y pensar diferente.
Tamara Chubarovsky, junio 2016, www.tamarachubarovsky.com