Siempre el trabajo en el nombre, moviliza, despierta y nos conecta con nuestra identidad. Pero en Latinoamérica ha sido especialmente significativo. En estos países, donde la tendencia es achicar y acortar los nombres, también las voces son chiquitas. Es como si se temiera aceptarse a uno mismo y al otro con toda su energía y potencial. Otra tendencia latinoamericana, es que todos parecemos muy simpáticos y suaves en el hablar, cuesta decir las cosas directamente, se dan rodeos. Pero bajo las aguas calmas, también hay fuertes corrientes y también a estas hay que aceptarlas y abrazarlas…Todos los participantes del taller de Encuentro con mi voz , también en Colombia y Guatemala consiguieron vivenciar la enorme fuerza de su nombre, que es su fuerza. Consiguieron sacarla, expandirla, disfrutarla. Nada hay que temer en la energía, simplemente es energía y solo hay que saber canalizarla, transformando la furia y dureza, en entusiasmo y calor amoroso. También la furia contenida con traje de mansa languidez, también a esta hay que reconocerla, liberarla y transformarla.
Las personas que asisten a estos talleres ya no pueden tan fácilmente volver a presentarse como Lili, si son Lilianas, ni nombrar a sus hijos con diminutos apodos. Sienten que están amputando, castrando, cortando y negando una parte de lo que son. Nombrar al otro por su propio nombre, es aceptarlo con todo su potencial, sea cual fuere. Es ayudarlo a aceptarse a sí mismo tal como es y a desplegar todo su potencial. Tengo la certeza, que si desde pequeños nombramos correcta y amorosamente a nuestros niños, podríamos colaborar en construir una sociedad con personas más enteras, auténticas y conectadas con lo que son.
Nombrar con todo el nombre ayuda, sin embargo el trabajo terapéutico en el nombre es tan potente, porque podemos percibir, aún cuando nos llaman por nuestro nombre completo, que sonidos no decimos con la intensidad y cualidad correspondiente. Que sonidos y por tanto, que energías de nuestra personalidad, están más apagadas, no tenemos integradas. Ayudo a la persona a percibir y luego vivir de lleno esas energías dormidas, que son suyas.
Consejo para padres y educadores: Observa si llamas a tu hijo habitualmente Ale y solo cuando le regañas lo llamas Alejandro. Esto hace que el niño relacione su identidad completa con algo negativo. Le estamos sugiriendo, indirectamente, que pequeñito es como nos gusta. Toca entonces reparar y renombrar amorosamente. Esta es la labor que hago a menudo con los adultos, a reparar el discurso negativo de la madre anclado en la memoria.
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Por Tamara Chubarovsky (enero 2014)
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