Debajo tienes la transcripción del vídeo, por si prefieres leerla.
Que los niños pronuncien bien cada sonido repercute a nivel mental, emocional e incluso corporal. De igual manera, que no digan uno (o varios) sonidos tiene repercusión más allá de la aparente.
Es muy importante ayudar a los niños a que logren un lenguaje bien claro, bien articulado no sólo para que se entienda lo que dicen, sino porque decir bien las consonantes les ayuda a estar más presentes, más en su cuerpo, encarnados y con la mente clara, lúcida.
Para tener un pensamiento claro y preciso es necesario un lenguaje claro y preciso.
Rudolf Steiner. Padre de la Pedagogía Waldorf y del Arte de la palabra
En el primer septenio uno de los requisitos fundamentales para su puesta a punto corporal es ayudarles a que hablen clarito y bien.
Si queremos que tengan un buen desempeño intelectual más adelante merece más la pena centrarse en esto que la matemática, porque estamos preparando la infraestructura, la base para que muchas otras cosas se puedan desarrollar. Y este estar presentes y hablar con claridad en el lenguaje supone un salto a nivel madurativo.
No nos debe extrañar porque el centro del lenguaje está en el hemisferio izquierdo, en la parte de delante y que es el centro de Broca, que está muy cerca también del lóbulo prefrontal. Este lóbulo frontal está muy cerca del prefrontal, que es donde está el centro de todas las funciones ejecutivas que tienen que ver con el autocontrol, el pensar claro, la atención y la concentración. Y hay mucha relación entre ambos centros.
Trabajando el lenguaje estamos trabajando en el lóbulo frontal, es decir, indirectamente estamos ayudando a la puesta a punto de un montón de otras capacidades y acciones relacionadas con las funciones ejecutivas y también con esta claridad en el pensar.
El dar forma a los sonidos, este trabajo que se hace al articular bien, también repercute a nivel físico. Es decir, en esta etapa de los cero a los seis años hablar bien no sólo tiene una función comunicativa, sino que hasta en lo fisiológico impacta, sobre todo en la formación del cerebro.
En la boca vemos como los sonidos labiales bien formados ayudan a dar forma a los labios y al sellado labial. Los sonidos que están en la lengua ayudan a dar forma a la lengua y a evitar o corregir una deglución atípica.
Cada sonido es una frecuencia y nuestro lenguaje está formado por diferentes frecuencias, energías y cada una tiene una función tanto en lo corporal como hemos visto, como en el plano mental, como en el plano emocional. Cada sonido hace sus tareitas físicas, mentales, emocionales, de ahí también la importancia de que digan todos los sonidos, que no les falte ninguno.
A las mamás les preocupa mucho cuando un niño no dice la R. Y es verdad que queda raro y puede afectar a la autoestima que los otros niños se burlen por que no la dice. Pero va más allá, porque la R tiene una energía alegre, dinámica y al niño que no la dice, le está faltando esa energía.
Y lo mismo ocurre con todos los sonidos, por supuesto, también con la S, que tiene su energía específica y su falta implica determinadas carencias a otros niveles.
Por eso, la función de las personas que ayudan a los niños a decir todos los sonidos (logopeda, fonoaudiólogo, maestros AL…) es ayudarles a mucho más que a hablar bien (que, obvio, es importantísimo).
Está la parte evidente de ayudarles a hablar. Un paso más adentro está el que les estamos ayudando a mejorar su autoestima y, por tanto, su calidad de vida.
Y cuando lo vemos de esta forma más holística y sabemos las implicaciones que tiene cada sonido, vemos que mediante los sonidos les estamos ayudando a algo muy profundo, muy nuclear: a conquistar energías y capacidades que estaban a su disposición pero se estaban perdiendo.